En el
Bhagavad Gita, Arjuna, capitán del ejército de los Pandavas, tiene la fortuna
de estar acompañado por Krishna, Dios encarnado, que ejerce como auriga y
conduce su carro de combate. Arjuna le pide a Krishna que sitúe el carro de
combate entre los dos ejércitos que van a entrar en batalla. Y como se trata de
un enfrentamiento entre dos subclanes de una misma estirpe, Arjuna reconoce a
ambos lados a parientes que le son queridos.
“Entonces
Arjuna vio en ambos ejércitos a padres, hijos, abuelos, nietos, hermanos, tíos,
suegros, maestros y amigos.
Cuando Arjuna
vio a sus seres queridos encarados unos a otros en líneas de combate, se le
inundó el corazón de tristeza, y con desaliento y pesar dijo estas palabras.
Arjuna:
¡Oh, Krishna!
Viendo a mis familiares preparados para la batalla, mis párpados desfallecen y
se cierran; y mi boca se seca y queda amarga, temblores recorren mi cuerpo y mi
cabello se eriza con horror.”
Comentario de Pandu:
Este
pasaje, que parece tan remoto, refleja una realidad a la que nos enfrentamos a
diario. Pues a diario se nos plantean situaciones que provocan, si uno está lo
suficientemente despierto y vivo, la necesidad de una lucha interior que nos
abra camino al discernimiento y nos permita tomar las decisiones adecuadas para
resolver la situación. Una situación que puede ser tan cotidiana como
alimentarnos mejor, hacer ejercicio, minimizar el consumo de tóxicos, o
resolver una discusión familiar o en el entorno laboral.
Y en ese
pequeño campo de batalla se dan cita nuestros dos ejércitos: uno formado por
las tendencias negativas y otro por las positivas. Efectivamente reconocemos a
los soldados de ambos ejércitos y nos damos cuenta de cuan familiares nos
resultan. Un soldado es el apego, otro la pereza, otro quizás los celos o la
ira. No nos resultan extraños, al contrario. Llevan toda una vida con nosotros,
sirviéndonos. Muchos de ellos nos han dado un gran rendimiento emocional, por
ejemplo situarnos en el papel de víctimas y reclamar de fuera una continuada
atención y cariño. Forman parte de nosotros hasta el punto que, a menudo,
cuando discutimos con alguien, se nos escapa el famoso: “Mira, es que yo soy
así, y siempre lo he sido. Y ahora no voy a cambiar”, o algo parecido. El miedo
se apodera de nosotros y no queremos luchar. El cambio posible produce un
vértigo insoportable.
Pero si
estamos lo suficientemente despiertos, podemos armarnos de valor, porque
sabemos, ¡y tanto que lo sabemos!, que el camino que nos ennoblece, a nosotros
y a nuestro entorno, es el combate contra aquello que no es bueno para
nosotros. Porque el bien es aquello que queda una vez se ha combatido y se ha
desterrado el mal.
La
intención de este encuentro de trabajo que proponemos es compartir y profundizar
en esas claves milenarias que el Bhagavad Gita ofrece con una certeza y una
claridad incomparable.