Cómo te
he podido sobrevivir 30 años, abriendo los ojos al despertar esperando que mis
ojos te vieran, que mi voz te saludara...
Por qué
no se nos conceden unos segundos de año en año para volver a sentir un golpe en
el trasero, tu olor, la calidez que se producía entre tu camisa de seda y la
americana cuando te abrazaba a tu llegada a casa. Segundos para volver a oir tu
voz y tu risa, segundos para reconocer tu piel, para volver a ver tus manos,
tus pies, tus ojos.
Unos
segundos al año para volver a la alegría no serían nada ante la eternidad, pero
cruelmente pasan los segundos sin reproducirte en estas nimiedades que te daban
un carácter tan singular. No pido estos segundos para recordar, tengo todos los
recuerdos, y si pienso en tu nariz tengo ganas de apretarte un comedón negro,
justo al lado en tu cara, y si pienso en los golpes que me dabas los tengo
todos medidos.
Y
quiero seguir viviendo para pensar en todos los momentos, en todas las
emociones que compartimos, cuidadosamente alojadas en el cerebro. Son momentos
en los que soy feliz aunque brevemente: a la salida me esperan el dolor y la
tristeza.
Quiero
mantener los sentidos y la inteligencia para sobrevivir contigo, alargar este
tiempo porque no quiero que llegue el último hachazo que me desconecte ,
sentido tras sentido, pensamiento tras pensamiento, para separarme
definitivamente de ti.
¡Qué
crueldad no poder conseguir estos segundos!
Hasta
luego, me tengo que tranquilizar.....