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sábado, 26 de septiembre de 2015

Un pasito más en el Vedantasara

Hiranyagarbha es el atman condicionado por el mundo sutil. El mundo sutil es su condicionante, upadhi. Se le llama cuerpo sutil colectivo, suksma sarira, por ser más sutil que el mundo tosco, sthula prapañca. Y, como se ha dicho, consta de tres envolturas, intelectual, de manas y vital.
Igual que en un individuo las impresiones, vasanas, del estado de vigilia adoptan la forma sutil del soñar, svapna, en la realidad cósmica, cuando termina una época de manifestación, las impresiones dejadas por el universo permanecen latentes en el mundo sutil y son las semillas que dan lugar al siguiente ciclo creativo. Este mundo sutil es, metafóricamente hablando, el soñar de Dios o Hiranyagarbha. Al finalizar la manifestación, el mundo tosco se reabsorbe en el mundo sutil y éste en la ignorancia. Este ciclo de disolución y manifestación cósmica no tiene ni comienzo ni fin. Es la concepción cíclica del tiempo y del universo del pensamiento hindú.
El término vasana designa una impresión dejada en la mente por una experiencia, activa o pasiva, anterior. Pero no es sólo una impresión del pasado, sino también una tendencia a actuar en el presente. Es una tendencia latente que, cuando las circunstancias lo favorecen, se activa en forma de deseo, que da lugar a una acción y, por tanto, a una nueva experiencia.
El ciclo completo del samsara, la existencia mundana, consta de los siguientes elementos: impresión inconsciente, samskara, que da lugar a una tendencia latente, vasana, que da lugar a un deseo, kama, que da lugar a una acción, karman, que da lugar a una experiencia de placer o dolor, sukha/duhkha, que da lugar a una nueva impresión inconsciente, y así sucesivamente. El soñar es una manifestación puramente sutil, mental, de las impresiones y tendencias inconscientes procedentes de las experiencias de la vigilia. Del mismo modo, el soñar de Isvara, el Señor, es el lugar en que se disuelve el mundo físico y se conservan sus impresiones sutiles tras su disolución, y que da, posteriormente inicio a una nueva creación física.
La realidad macrocósmica y microcósmica, pues, constan de elementos semejantes y tienen ambas un carácter cíclico. La diferencia es que los ciclos del universo no tienen ni comienzo ni fin, mientras que los ciclos individuales, que tampoco tienen comienzo, sí tienen fin, cuando el conocimiento del brahman destruye la ignorancia que es la base de la existencia individual. Entonces el individuo deja de reencarnarse y abandona para siempre la existencia cíclica.

Comentario de Pandu:
Así pues, por un lado brahman, impensable y no manifestado. Por otra parte, Isavara, Dios con atributos, que sueña y preside el cosmos. Un cosmos que cíclicamente, pasa de la manifestación física a su disolución en una esfera sutil que configura este sueño divino. Y como casi siempre, este paralelismo entre lo macro y lo micro, y entre lo individual y lo colectivo. En este "caldo" se desenvuelve el individuo, emulando estos ciclos cósmicos a la espera de su conocimiento y disolución en brahman. Mientras, el individuo acumula experiencias en su relación con el mundo físico, en el estado de vigilia. Estas experiencias se integran en el cuerpo sutil durante el sueño y son semillas latentes a la espera del nuevo día en el que se manifestarán de nuevo. En mi opinión es en este sentido que se habla de este soñarde Dios respecto al universo. Todas las manifestaciones físicas se transforman en potencialidades latentes para un nuevo ciclo. Es como si este sueño de Dios se produzca entre una y otra era cósmica. Y me pregunto por qué una explicación poética de la realidad debería tener menos valor que una tradicional explicación científica.

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