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Insphirados nace bajo el amparo y la bendición de Pujya Swami Rameshwarananda Giri Maharaj, de cuya luz, entrega y sabiduría bebe este blog. Esta plataforma tiene como humilde pretensión ser un lugar de encuentro, de reflexión y de andadura para todos aquellos que bajo la inspiración de Swamiji han decidido ir en busca de la Verdad. Cada cual al ritmo de sus posibilidades, con mayor o menor acierto, con mayor o menor constancia. Todos son bienvenidos.

domingo, 1 de febrero de 2015

Llegamos a un momento importante en nuestro recorrido por el Vedantasara, aunque de hecho, todos los momentos son importantes.

El aspirante calificado acude a un maestro.

A la persona apta para practicar Vedanta ya sólo le falta una cosa para poder iniciar su camino: un maestro (guru) que le guíe. Se suele decir que cuando el discípulo está preparado aparece el maestro y, en consecuencia, la persona que posea los cuatro medios no tardará en encontrar a alguien que le pueda orientar en su práctica. Salvo casos excepcionales los aspirantes necesitan la ayuda de un maestro que haya recorrido el camino y, en consecuencia, posea el conocimiento liberador y pueda transmitirlo: sólo quien lo sabe puede señalar la dirección en la que hay que mirar para ver lo que ya está ahí, visible pero no descubierto.
Según los textos védicos el aspirante <<acude con leña en las manos al conocedor de los Vedas que vive en el brahman.>>
Esta frase describe lo que ha de hacer el adhikarin, la persona calificada que posee los cuatro medios: el discernimiento (viveka) le hace sentir u n gran desapego (viraga), una falta de gusto por la existencia mundana (samsara), cuyo carácter insatisfactorio ha comprendido; simultáneamente, le hace buscar desesperadamente -como busca agua quien quiere apagar un fuego que le está quemando- el conocimiento liberador (mumuksutva, anhelo de liberación). Y ese conocimiento sólo puede recibirlo de un maestro.
Los propios placeres mundanos son un aspecto del dolor. Por eso los budistas dicen sarvam duhkham, <<todo es doloroso>>. Parece una exageración, porque en la vida hay sufrimiento pero también alegría. Lo que sucede es que esas alegrías mundanas son transitorias y van precedidas, seguidas e incluso acompañadas de insatisfacción. El placer mundano es un momentáneo apaciguamiento del deseo. Subodhini alude a los <<tres dolores>> (tapatraya) de la existencia mundana. Son los dolores que proceden de uno mismo (adhyatmika), de otros seres (adhibhautika) y de <<los dioses>> (adhidaivika, es decir, de las circunstancias gobernadas por ellos). La Samkyakarikas se inicia afirmando: <<El tormento causado por las tres clases de sufrimientos hace que se busque el medio de acabar con ellos>>. La consciencia del sufrimiento es lo que desapega del mundo y lanza al aspirante a la búsqueda espiritual.
Quien intente recorrer este intrincado camino sin un guía competente que lo conozca se extraviará o, en el mejor de los casos, perderá el tiempo.
Una máxima tradicional dice: <<No hay que ir al rey, a un dios o al maestro con las manos vacías>>. En señal de respeto y, en el caso del maestro espiritual, como símbolo de entrega de uno mismo a su enseñanza. El texto upanisádico menciona la ofrenda de leña, que servirá al maestro para alimentar el fuego sacrificial. Para el discípulo, el guru es divino (gurudeva), ya que es la encarnación visible del conocimiento absoluto que es el fin último al que aspira aquél. La devoción por el maestro (gurubhakti) es un ingrediente esencial de la práctica del Vedanta.
El maestro debe ser un jivanmukta, un <<liberado en vida>>, que, aunque perciba el mundo y actúe en él, solo ve el brahman en todo. Debe ser además un srotriya, un conocedor de la sruti, la revelación védica. Debe hallarse en posesión del <<secreto>> de los Vedas, es decir, debe haber alcanzado el conocimiento dire, cto del brahman. Para ello, no es necesario que el maestro sea un erudito en el sentido convencional. Lo esencial es que el sabio esté instalado en el conocimiento del brahman, es decir, conozca el <<secreto>> de los Vedas aunque no haya oído siquiera hablar de ellos. Y la historia nos ha dado muestras muy relevantes de que eso es posible.

Comentario de Pandu:
Para mí aquí hay un hecho determinante, y es que cuando el aspirante encuentra a su guru, se siente en la gracia del maestro. Disfruta maravillado de la inmensa distancia que le separa de él, que no es más que un atisbo del sendero que quiere recorrer. Se posterna ante él y se pone en sus manos con plena confianza. Y eso, paradógicamente es como ponerse en manos de uno mismo.

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